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Mar Giménez Marín, de 22 años, obtiene la Beca Julio Iglesias. Le sufragará todos los gastos de matriculación y alojamiento durante cuatro cursos.

La vida puede cambiar drásticamente en apenas cinco días. Incluso en plena pandemia. Es el caso de la música zaragozana Mar Giménez Marín, quien se presentó a principios de abril como candidata a la Beca Julio Iglesias, auspiciada por la Fundación Grammy Latino y valorada en 200.000 dólares (176.000 euros) para estudiar en la prestigiosísima Universidad de Berklee (EE. UU.). Poco tiempo después recibió la confirmación de que era la gran elegida. Se le presenta una oportunidad única que, a buen seguro, marcará su carrera.

«Estudiar en Berklee es hacerlo en la universidad más importante en lo musical. Cada curso cuesta 70.000 dólares y son cuatro cursos, sin contar el alojamiento ni la manutención. La beca cubre los cuatro años de carrera en Berklee y todo el alojamiento y los gastos. Es un contrato bastante estricto en el que me comprometo a sacar unas notas muy altas, a participar en el futuro en la Fundación y a tener un buen comportamiento. Mis padres no podrían permitírselo. Estoy todavía en una nube y asimilándolo. Tengo que convertir esta suerte que he tenido en trabajo», explica  en la buhardilla de su hogar familiar, donde ha instalado un estudio casero con un teclado y un ordenador.

A sus 22 años, Mar lleva toda una vida consagrada a su febril amor: la música. Una historia que comenzó a escribir de niña. «Aunque mis padres no se han dedicado a la música, mi madre siempre ha cantado. Y mi hermano Guillermo, que tiene 13 años más, es productor e ingeniero de sonido. Los dos, sin forzarme a nada, son los que me inculcaron esta pasión, me evocaron apetencia. Desde muy pequeña me gustaba la copla, me flipaba el concepto artístico de Marisol… Para mí la música siempre ha tenido un halo festivo. Nunca me apuntaron a un conservatorio ni he tenido una formación reglada hasta los 18 años. He asociado la música a algo profundo pero divertido», rememora.

No se separa de un cuaderno rosa en el que apunta esbozos de canciones que luego plasma en letras y melodía. «Canto desde que tengo memoria y compongo desde los seis años. A los cuatro años iba a la sala Rono de Zaragoza a aprender piano. Pero lo que desde siempre me ha gustado es componer. Hacer canciones es un reto en el que tengo tres minutos para contar una historia. Recuerdo perfectamente la primera canción que compuse a los seis años. Se titula ‘Yo quiero la Luna’. La tengo grabada. Jugaba con mi hermano a hacer música», relata.

Estudios en Madrid

Pese a este enamoramiento prolongado, no dio su primer gran paso hasta alcanzar la mayoría de edad, cuando se trasladó a Madrid para transitar por un camino atestado de dudas. «A los 18 años hice la Selectividad con muy buenas notas. Mis padres me decían que estudiara Medicina o Derecho. Pero yo no sabía qué hacer. Me asusté ante el abismo del futuro. Un profesor del instituto me sugirió que lo intentara con la música si tanto me gustaba. No tenía una base teórica de conocimiento. Tiré de mi interior, del hilo que me conducía a la música. Me enteré de que en Madrid existía la Escuela Creativa, en la que se dan estudios de música moderna. Me presenté a una beca y me la dieron. Senté a mis padres y les dije que ese sería mi camino», prosigue.

Este cuatrienio en Madrid fue fructífero y le dotó de una base teórica de la que carecía. «Me encontré ante la realidad de que no había estudiado nada de música. Pero soy muy trabajadora y aproveché la oportunidad. Estudiaba como mínimo ocho horas al día, casi obsesivamente. No sabía y quería saber de verdad», comparte.

Culminado este ciclo, regresó a Zaragoza en 2019 para apuntar a su siguiente objetivo. De la mano de su hermano, grabó un epé de cinco canciones, a piano y voz, que compartirá en sus redes el próximo mes. Un plácido tránsito que saltó por los aires hace escasamente unas semanas. «Mi intención era seguir moviendo mi proyecto como artista. Pero sentía que me faltaba más formación y estaba un poco asustada ante el siguiente paso. Mi hermano me sugirió a principios de abril que me presentara a la beca de Berklee. Quedaban cinco días para que se cerrara el plazo. Tenía que presentar dos arreglos de dos canciones de música latina –hice una de Juan Luis Guerra y una de Imperio Argentina–, composiciones mías y un montón de redacciones y cartas explicando cómo soy y mis influencias –dije Bad Bunny–. Lo veía imposible. Estaba un poco triste, con la cuarentena. No guardaba muchas esperanzas, pero dí el paso», asevera.

Una quimera que cobró visos de realidad poco después. «Un día que estaba haciendo yoga me llamaron de la Fundación Grammy para hacerme unas preguntas porque estaba entre los candidatos finales para la beca. Y el día siguiente hice una teleconferencia, junto a mis padres, con el presidente de la Fundación Grammy Latinos, Manolo Díaz. Al final de la conversación me dijo: ‘Mar, te voy a decir la mejor noticia de tu vida: has recibido la beca Julio Iglesias, la más grande para entrar en Berklee’. Nos volvimos locos», proclama con orgullo.

Su mente viaja estos días a la velocidad de la luz, imaginando cómo será su existencia a partir de septiembre. «El curso comienza en septiembre. Ahora mismo no sé si podrá ser presencial esos primeros meses, aunque confío en que sí. Quiero centrar la carrera en arreglos y producción. Me gustaría ser productora para conocer todo el proceso que implica la música. Podré concentrarme solamente en los estudios y ese es un gran privilegio. No voy a desaprovechar esta oportunidad», concluye.

Fuente y más información: www.heraldo.es

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